Un encierro que calienta
Por: Luis Alberto Gutiérrez
Un encierro que arde, que quema, que duele; un encierro que despotrica ante la humanidad, aguantada en el deseo, en la pasión; sumergida en la arrechura innata del ser humano, en una gran falta de sexo –para quienes viven solos –o para quienes, plagados en un sonoro bochorno digno de cuarentona sin marido, no soportan este maldito toque de queda previsto por la cantidad de ignorantes que dejan de hacer caso para, acaso, irse a meter un quickly con alguna amante de turno, alguna amiga casual y así pasar por alto los sabios consejos de mi presi, tu presi, nuestro presi.
Un encierro que nos hace perder la cabeza, que quizá a algunos los tendrá loco por los libros, a algunos otros locos por las series, a otros quizá locos, otros locos por innovar, por crear, otros locos por la lectura; otros -los más estúpidos, claro -por escribir novelas y columnas de opinión, otros por subir fotografías a sus redes sociales, otros por hacer los ya conocidos Tik Toks que, a pesar de tener el éxito que tienen, a mi parecer y lo reafirmo con ahínco: son el invento más entretenidamente idiota que se ha podido crear; a otros quizá, el encierro los tienen locos por el sexo salvaje con sus parejas en todas las poses, algunos otros en una maratón de porno impresionante que no los para ni Dios ni el Papa, algunos otros trabajando como mulas en el mal llamado home office así como a algunos otros, seguro, haciendo sencilla y aburridamente nada.
Pero… ¿Quién no se resiste a la tentación de hablar un poquito de más en alguna conversación rutinaria para sacarla, precisamente, de lo rutinaria?, ¿quién no se resiste a sentir -al menos en la mente, que también lleva una sensación fuerte, muy fuerte –a decir alguna palabra subida de tono mediante una conversación bien hot por algún chat de mensajería mediante unos dedos furibundos que se van y no regresan o mediante una llamada juguetona desde algún teléfono celular para satisfacer al máximo a su receptor con una lengua clitoriana? ¿Quién no se resiste a darle ese pequeño placer a alguna amiguita de tarde, de mañana, de noche o de madrugada valiéndose de sus dotes fuertes para la fantasía explícita y su prosa endemoniada y buena literatura?
El encierro nos vuelve calientes, nos excita, despierta nuestro lado animal, sensual, sexual, nuestro lado carnal, ¿nos toca resignarnos?, creo que no, pero sí es una buena medida para conocer a quienes están de nuestro lado, y, ojo, conocerlas en todas las facetas: por arriba, por abajo, por delante y por detrás y también y por qué no, conocernos -más -a nosotros mismos. Sí, eso, exactamente lo que estás pensando, picarón, picarona.
¿Es malo entonces volvernos -más –calientes de lo que ya somos por naturaleza?, allá con quien compartas las sábanas para que te aguante y almacene tus más bajos instintos o te dé una patada en el poto, amigo, amiga, -no todas son Sharon Stone ni todos Christian Grey -pero para las personas – como yo -que tenemos un serio problema hormonal y no podemos ni sabemos el significado de estar quietos y vemos el sexo hasta en un plato de comida artesanal, sí es una buena prueba para saber hasta dónde y hasta qué punto podemos llegar.