Nicanor Mujica: Una vida ejemplar
Por: Wilfredo Pérez Ruiz
El 27 de marzo se conmemora el 106 natalicio del querido, recordado e histórico líder del Partido Aprista Peruano, Nicanor Mujica Álvarez Calderón (conocido como “el civilista”). De sólida formación cristiana y enaltecedora honorabilidad personal, recibió el respeto y la credibilidad de amplios sectores.
Nico provenía de una familia involucrada con la historia del Perú. Sus abuelos Nicanor Alvarez Calderón Roldán llegó a la presidencia de la Cámara de Diputados y Elías Mujica y Trasmonte fue un destacado empresario. Por tanto, según refiere su hijo Francisco Mujica Serelle “la niñez de Nicanor Mujica se desarrolló en un ambiente confortable y culto”.
Estudió en el colegio “Los Sagrados Corazones de la Recoleta” y en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (ingresó con el primer puesto), donde empieza a identificarse con los problemas y manifestaciones sociales y culturales del país. Posteriormente, siguió estudios en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
En 1931, se afilió en el Partido del Pueblo. Pronto vendrían tiempos difíciles para los jóvenes militantes apristas, integrantes de una generación intensamente sensibilizada con la causa del Perú. Desde 1934, se constituyó en uno de los contactos de Víctor Raúl Haya de la Torre (entonces en la clandestinidad), con su partido.
Merecedor de la confianza del fundador del Partido Aprista Peruano, tuvo a su cargo conservar y remitir en 1936 -con la colaboración de su madre- los originales de la segunda edición de “El antimperialismo y el APRA” a Chile. En 1938, es detenido y al año siguiente deportado a Europa. Se estableció en Francia hasta 1943.
En Europa (por intermedio de su padre, quien era amigo de Alfredo Benavides Diez Canseco), conoce y entabla comunicación con Felipe Benavides Barreda, un joven funcionario diplomático de la embajada peruana en Londres, a quien lo uniría la amistad y una comunión de ideales ambientalistas poco conocidos en este dirigente político.
Llegada la primavera democrática en 1945, Nico es elegido diputado por la provincia de Huarochiri, de donde su padre, Elías Mujica Carassa también había sido representante, así como su tío político Ricardo Bentín Sánchez.
Durante su mandato parlamentario le correspondió pronunciar un discurso en la inauguración del monumento a Miguel Grau Seminario, en la Plaza Grau. Nico me comentó que al empezar su disertación se dirigió únicamente al “Caballero de los mares”, diciendo:”Almirante nuestro que estás en la gloria”. Omitió cualquier otra mención a pesar de estar presidido ese acto por el presidente José Bustamante y Rivero. Durante la recepción en Palacio de Gobierno, el jefe de Estado le increpó a Haya de la Torre la actitud del legislador. El líder aprista respondió que cuando se inaugure un monumento en su recuerdo, se empezaría así: “Bustamante nuestro que estás en la gloria”.
Fueron muchas las expresiones de aprecio del jefe del Partido del Pueblo hacia Nico, además de un reconocimiento a sus cualidades intelectuales. Así se desprende de su carta a Luis Alberto Sánchez, el 23 de enero de 1976, solicitando que un grupo de compañeros tengan a su cargo la edición de sus obras completas. Allí precisa: “…me permito sugerirte que colaboren contigo los compañeros Carlos Manuel Cox, Andrés Townsend Escurra, Luis F. Rodríguez Vildósola, Nicanor Mujica, Carlos Roca Cáceres y Manuel Aquésolo.” Indudablemente, esa “prueba de confianza fue cumplida con la colaboración indicada”, escribió Sánchez. Asimismo, es conveniente recordar su participación en la edición de la segunda edición de “Treinta años de aprismo” (1971), que estuvo “al cuidado de mi leal compañero y amigo Nicanor Mujica A.C.”, precisó en la nota introductoria Haya de la Torre.
Evocar a Nico nos recuerda que el aprismo debe ser escuela de formación moral, semillero de civismo, institución al servicio de las demandas sociales de los pobres, reducto de luchadores y, fundamentalmente, espacio democrático para servir a la patria.
Sufrió exilio, cárcel, persecución e infamias, pero no amilanó su compromiso e identificación con el ideario aprista. Su diáfana actuación demuestra que la política es posible de conciliarse con la decencia. Su ejemplo y el de los viejos luchadores del Partido del Pueblo, debe motivar a las nuevas generaciones para convertir el quehacer político en una causa nacional.
Más allá de las numerosas responsabilidades partidarias, congresales y gubernamentales desempeñadas en algunos momentos de su fecunda labor política, lo sustantivo es destacar su firme y consecuente conducta cívica y ética. Dentro de este contexto, es oportuno resaltar su capacidad de renuncia tan pocas veces ejercida en la vida política. En 1978, declinó postular a la Asamblea Constituyente. Años más tarde, en 1985, nuevamente dio muestra de desapego cuando otros disputaban una curul parlamentaria.
De otra parte, Nico mantuvo una viva inquietud por los asuntos “verdes”. Ello permitió nuestro acercamiento y posterior amistad. Recuerdo sus múltiples cartas y gestiones desde el Ministerio de la Presidencia, buscando como ayudar a Felipe Benavides en sus “quijotescas” batallas en defensa del patrimonio natural del país. En una nota enviada a tan afamado conservacionista, le decía: “…tengo disposición de ayudarte en todo lo que sea útil, en el sentido que tu actúes”.
Nuestra ofrenda al ciudadano, al aprista, al preocupado por las comunidades campesinas de Pampa Galeras, a quienes escuchaba y cuyas reivindicaciones canalizaba con celeridad en su afán de apoyar a las desvalidas agrupaciones rurales dedicadas a la conservación de la vicuña. En 1987, fue determinante su participación para lograr que el gobierno peruano promueva en la comunidad internacional el aprovechamiento de la fibra de este recurso, a través de la confección de telas provenientes de la esquila de animal vivo.
El 3 de noviembre del 2000, llegamos juntos a la Casa del Pueblo para participar en la conmemoración por los 100 años del nacimiento de Manuel Seoane Corrales. Fue la última vez que acudió a la sede central del partido al que no dejará de estar vinculado con su pensamiento y espíritu. Allí leyó su discurso intitulado “El príncipe de la palabra”. En aquella ocasión me correspondió fingir de secretario suyo y tipiar su mensaje. Coincidimos en colocar esa alusión que le gusta tanto: La presencia de José Carlos Mariátegui en una de las celebraciones por el “Día de la Planta” (27 de enero), donde estuvo Seoane.
Discreto, coherente y honorable, así era Nico Mujica. Con él siempre tendremos -quienes hemos sido privilegiados con su cariño- una relación espiritual inmortal, llena de afecto, lealtad y gratitud. Estas líneas en su homenaje, escritas al vaivén emocionado de recuerdos y reflexiones, son una promesa para seguir su huella y ejemplo imborrable.