La tentación del voto viciado

Por: Luis Alberto Gutiérrez

En el país donde no comer chicharrón es un pecado, comerse el floro de “Porky” podría ser uno aún más grande. Rafael López Aliaga, el gordito valentón que quiere ver arder Troya pero que en realidad no va a ver arder ni a su propio trasero por el simple hecho de que no se lo puede ni mirar, el outsider de mentira y el caballero del celibato desde cuando era un puerquito valiente es, al parecer y si el JEE no lo descalifica por completo por ser un personaje bastante torpe y soberbio, uno de los más fuertes candidatos a estas elecciones tan jocosas y divertidas con un recio sabor a pichi que nos ha tocado vivir este año pandémico, donde fácilmente podrían asemejarse a ser una analogía de un concurso de animalitos hambrientos de hambre y de poder por un cupo al staff del circo de la chola Chabuca.

El domingo once de abril de este presente año idílico vamos a tener la difícil misión y el placer absoluto y hasta sexual de escoger al próximo presidente o presidenta del Perú entre una extrema derecha mojigata y peligrosa, un centro cojudón casi inexistente y una izquierda vaga y sosa, para variar.

Hablar de Forsyth es hablar de los tres palos del pórtico sur del estadio de Alianza Lima; no hay más que escarbar en esa cabellera rubia donde posaba aquel gorrito ridículo que usaba fecha a fecha y en ese apodo de “Ken” tan huachafo como pensar que él podría ocupar siquiera una plaza para competir por las sábanas sucias de la cama de la Casa de Pizarro. Para gobernar un país no basta con tener ganas, George. El Perú no es “La rica Vicky”. Sorry.

Acuña tiene un talento único, o quizá su único talento: hacernos reír. Él es el candidato bufón, el que pone la chispa, la cuota de humor. Con dos jarrones de vino caería perfecto verlo en Palacio con su séquito de arlequines, payasitos y mujeres desnudas bailando el chachachá. Lescano suena pero no pinta y las palabras de De Soto son tan técnicas y complicadas que me atrevería a decir que el único que se llega a entender es él.

Keiko Fujimori y su único plan de gobierno que hasta ya resulta zonzo y aburrido: sacar de la cárcel al dictador, al asesino. Salaverry cada vez más hace el papel de Quico sin su pelota cuadrada con la sombra de un Vizcarra que rasca y pica y jode detrás, el lagarto que se convirtió por culpa de unas vacunas y no precisamente de res, en el villano del Bicentenario, en un cobarde lleno de vileza del que no vale la pena escribir ni una línea más.

Si tuviera que hablar de un zurdo sería únicamente de Cueto. Hablar entonces de Verónika Mendoza, creo que está de más.

Este, señores lectores, es el variopinto y seductor mapa que tenemos para escoger al próximo presidente del Perú que con suerte nos gobernará los próximos cinco años. La tentación del voto viciado llega como Papá Noel en Navidad. Se acabaron los partidos políticos. Hoy solo existen estos nombres. ¿Quién ganará la carrera?, ¿será el voto viciado o quizá el voto en blanco?

Que Dios nos ayude, y que corran las apuestas.

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