La mujer, el hostigamiento sexual y como sobrevivir en el intento

Por Amelia Quesquén:

Habían pasado tres meses desde que había cumplido 18 años cuando empecé a trabajar, para mi buena suerte (y no lo digo por ironía) mis primeros trabajos fueron en el estado.  Muy aparte de la experiencia, el roce, aprendizaje (que son las cosas positivas) que te llevas de un trabajo, hay también recuerdos no muy buenos, a veces traumáticos, actuaciones a las que estamos expuestas y que lamentablemente era difícil demostrar.

Normalmente, cuando empiezo un nuevo trabajo, suelo llegar los primeros días súper emocionada, con ganas de congeniar con la gente que trabajaré y caer bien, a fin de tener un ambiente laboral tranquilo y poder desempeñarme de la mejor manera; poco a poco te vas dando cuenta de los temperamentos y vas midiendo a la gente con la que vas a compartir más de 8 horas al día, así como de algunos comportamientos que muchas veces resultan invasivos, ofensivos, hostigantes…

Recuerdo que en esa oportunidad, empezaron con llamadas fuera del horario laboral, con el pretexto de coordinar reuniones o temas que no tenían relevancia para la oficina; yo, toda ingenua, respondía con naturalidad, pues no veía con malicia las cosas que preguntaba; más adelante fueron notas en papeles, las cuales, me las mostraba y las rompía; saludos y acercamientos efusivos, con abrazos y besos en el rostro; propuestas de ofertas laborales con mejor remuneración; eso ya empezó a incomodarme y se notaba en mi expresión corporal, de rechazo, que definitivamente eso provocaba más a la contraparte; pero me quedaba callada y con un nudo en la garganta, por miedo, por vergüenza ¡Por tonta!; posteriormente se convirtieron en regalos al lugar donde vivía, llamadas más frecuentes invitándome a salir o a preguntarme si tenía enamorado, y porque de mi elección con ése chico, si yo podía estar con alguien mejor, para lo cual mi medio de defensa era el desviar la conversación y cambiar de tema para no sentirme presionada por las preguntas que hacía y evitar darle una respuesta; llegué al punto de evitarlo por completo, de darle la oreja al momento de saludarlo, de ponerme nerviosa al saber que tenía que reunirme con él ¡Horrible!; al poco tiempo, no aguanté y renuncié…

Sí, renuncié ¡Hui!, y de repente a éstas alturas me estarán juzgando por haber permitido invadir mi espacio, pero ¿Saben qué? Les doy la razón, ahora, me arrepiento, sí, me arrepiento de haber renunciado y no haber enfrentado ese tema, el no haber dicho ¡No me gusta que me llames! ¡No me gusta que califiques mis acciones! ¡No me gusta que te acerques!, se me pasó por la cabeza en algún momento denunciar; pero no tenía pruebas, en ese tiempo los celulares no tenían aplicación para grabar, aparte, jamás hubo un mensaje de texto, jamás un correo, jamás una tarjeta, jamás dejó huella que pueda poner como prueba, iba a quedar como la “extremista”, “mentirosa”, “susceptible”, y en ese momento creí que era lo mejor para mí…

Sé que más de una chica se identificará con mi relato, y entenderá que muchas veces tenemos vergüenza el enfrentar esas acciones, quizá por nuestra edad, (pues ahora empezamos la vida laboral jovencitas) o por miedo a perder el trabajo, entre otros motivos, pero ¿Saben? Tienen varias formas de poder probar un hostigamiento sexual, porque eso es lo que hicieron conmigo, me hostigaron, y de repente eso hacen con ustedes en su centro de trabajo.

Soy consciente que es una línea muy delgada la que separa una broma, una “chacota”, quizá una mirada mal puesta, o comentarios bruscos y fuera de lugar, del hostigamiento sexual; pero, para eso, empecemos por  preguntarnos ¿Qué entendemos por hostigamiento sexual? Según la Ley de Prevención y Sanción del Hostigamiento Sexual, “Consiste en la conducta física o verbal reiterada de naturaleza sexual no deseada y/o rechazada, realizada por una o más personas que aprovechan de una posición de autoridad o jerarquía o cualquier otra situación ventajosa, en contra de otra u otras, quienes rechazan estas conductas por considerarlas que afectan su dignidad así como sus derechos fundamentales”.

Entonces, ahora que ya saben la connotación ¿Les está sucediendo eso? ¿Les sucede lo que me pasó? Si la respuesta es, si, automáticamente se les viene a mente ¿Cómo puedo probarlo? Ahora, es un poco más sencillo, tienen las aplicaciones de grabaciones de llamadas (porque si las llama una vez en horario no deseado, créanme, lo volverá a hacer); tienen al área de Recursos Humanos a la cual podrán acudir y dejar constancia de lo que viene sucediendo, si desean la dejan por escrito o verbalmente, igual es válida; pues ahora, en los centros de trabajo se cuenta con una Política de Prevención del Hostigamiento Sexual, la que establecerá un procedimiento que garantice una investigación reservada, imparcial y eficaz, que permita proteger a la víctima y sancionar al hostigador; tienen testigos (a sus compañeros de oficina) porque estoy segura no son las únicas a quien les hace eso, esas personas tienden a tener comportamientos reiterativos; si pueden dejar constancias con mensajes de texto ( aunque la verdad, ellos se cuidan mucho de dejar huellas) pero si deja constancia, mucho mejor; y la parte más delicada, que yo no pude hacer y me arrepiento, pero se lo digo con toda la sinceridad “ HABLEN” no callen, “ENFRENTENLO” y díganle que no les gusta el comportamiento que tienen con ustedes; sólo así, tendrán pruebas para una denuncia (en caso quieran hacerla), del mismo modo y en forma paralela, pueden acudir a la vía judicial, a la defensoría del pueblo, entre otras instituciones que pueden brindarles apoyo; pues de lo contrario, se arrepentirán de haber callado, como yo lo hago ahora, pero les digo esto, porque no me gustaría que pasen por algo similar.

Están a tiempo de protegerse, la tecnología va a nuestro favor; están a tiempo de evitar que a otras personas les pase lo mismo ¡Tomemos valor! ¡Paremos el hostigamiento sexual! ¡Cuidémonos!

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