La doble moral de la izquierda peruana
Por: Diego Peña
Hace pocos días vimos una indignante caricatura de Carlos Tovar contra la congresista Rosa María Bartra. Luego de esto, son pocos los políticos de izquierda, que salieron a respaldarla o apoyarla, tampoco los actores de la campaña del NO a la revocatoria y muchísimo menos las feministas. Esto es simplemente la doble moral que siempre ha caracterizado a la izquierda peruana. Lo que pasa es que dicho grupete activista no cree en la democracia, que no solo es un conjunto de garantías constitucionales, un estado de derecho, la independencia y límite de poderes. La democracia, también es respetar el proyecto de vida de las otras personas, no denigrarlas, no generar una opinión con sevicia deliberada, atentando contra su honor escudándose en la libertad de expresión. Según Alain touraine en su libro ¿Qué es la democracia? “(..) la definición de democracia es el respeto a los proyectos individuales y colectivos, que combinan la afirmación de una libertad personal con el derecho a identificarse con la colectividad social, nacional o religiosa particular. La democracia no se basa únicamente en leyes sino sobre todo en una cultura política (…)”. Entiendan zurdos, viven en un Estado de derecho, y aun así se jalen los pelos, se debe respetar el honor de las personas y no denigrarlas hasta quebrarles la moral.
Este es uno de mis favoritos, recordemos a Gino Costa –ex militante de la Juventud Revolucionaria Comunista- cuando calificaba de inaceptable la denuncia constitucional presentada por la banca de Fuerza Popular en noviembre del año 2017, ya que se debía preservar la autonomía del Ministerio Público, sin embargo, en agosto del año pasado, el mismo Gino Costa presentó una denuncia constitucional contra el ex Fiscal de la Nación Pedro Chavarry, según él, por “reiteradas mentiras”. Otra evidencia más, de cómo aflora la doble moral de los abanderados moralistas de izquierda, son veletas. Es tarea de nosotros –quienes no comulgamos con la izquierda- no solo evidenciar las falacias de estos “moralistas”, sino también atacarlos. Un viejo político peruano nos dijo alguna vez: “uno es capaz de abrazar al enemigo, al que cara a cara se nos enfrente, pero al inmoral, al que no supo resistir, al que se convirtió en dúctil y maleable por su sensualidad, a los traidores ¡jamás! Esos, solo merecen el desprecio de la historia y el desprecio del pueblo”. Es decir, olvidémonos del algo que repito hasta la tozudez, a los que los americanos llaman political correctness (corrección política), estoy cansado de escuchar sus discursitos pro ambientalistas, pro aborto, pro ideología de género, ya sea en cafés de 5 minutos con amigos, en la universidad o en el trabajo, la mayor parte en defensa de las minorías. Dense cuenta zurdos, que son marionetas de poderes superiores. Marcuse los llamaba sutilmente “idiotas útiles” ya que ustedes velan por una superior agenda política de manera gratuita, a diferencia de la prensa mediática que si -a diferencia de los 90’ con Montesinos que lo hacía debajo de la mesa- factura en nuestras caras y con la plata que le damos al Estado todos los días. Lamentablemente Francis Fukuyama en El fin de la historia y el último hombre se equivocó al creer que estas ideologías –pensamiento único- acabarían con la caída de la unión soviética, los zurdos, caviares y socialconfusos regresaron con fuerza, pero terminaran fracasando como lo hicieron a lo largo de la historia.