Está maduro, y ya va a caer

Por: Luis Alberto Gutiérrez
“El Chivo” Rafael Leónidas Trujillo Molina era aquel tirano dominicano que gobernó por décadas Santo Domingo -Ciudad Trujillo por ese entonces -y causó miedo, muerte y corrupción con el paso del tiempo, jamás, nadie pudo hacerle mella. Jamás nadie pudo tocarlo, jamás, nadie pudo siquiera pensar en demoler su endemoniado y maldito poder. Pero el 30 de mayo, ese bendito 30 de mayo se celebró la fiesta del Chivo y República Dominicana se vistió de júbilo, de sexo, de amor, de alegría, de paz, cuando un grupo de héroes -sí, héroes -se levantaron en armas contra la cuarta espada de aquel nefasto poder interceptando el coche del ruin dictador, acribillándolo con una pasión indescriptible, reclamando su independencia, ganando así su libertad.
Gocé con el rostro muerto de miedo de Nicolás Maduro en el atentado fallido hace algunos meses mientas daba uno de sus absurdos discursitos del carajo, satisfice mi placer absoluto al ver su rostro lleno de temor, sus cejas fruncidas, sus labios hinchados al sentirse acorralado, cobarde mamahuevos; estallé estupefacto de alegría al observar el saltito ridículo del general a su derecha, perdido en el tiempo, suponiéndose muerto por alguna ráfaga tras sus oídos y de ahí derechito al cielo, o donde caiga, chamo.
El tiempo me dará la razón y sólo él sabrá cuándo podremos ver a Venezuela libre, sin ataduras, sin remordimientos, con una política sana y completamente curada. Sueño ferozmente con uno de los días más felices de mi vida, el que sin duda será cuando me levante de la almohada y sepa que Maduro cayó, que su legado se vino abajo y junto a él el alza de la tranquilidad para todos los amigos llaneros, que tanta rabia provocan a mis compatriotas con sus aglomeradas y exhaustivas ventas ambulantes.
No me juzguen, no me sancionen, no me miren con ojos de mal agüero, pasó con República Dominicana y pasará con Venezuela y será la única manera de reformar la incertidumbre de aquel pueblo, porque tiene que hacerse de esa forma, porque tiene que darse así, no hay motivos ni mucho menos tiempo para charlas, habladurías y excesos de burocracias inútiles; el linaje de los Maduro y su estúpida razón de hacer diplomacia debe acabar, debe culminar una vez por todas y ese día será sin duda uno de los mejores, donde podré reír sin ganas y podré llorar sin penas.
Adelante, Venezuela; no se den por vencidos que este fue sólo el comienzo. El principio de la paz. El inicio de su tan ansiada libertad.