De mandiles y otras perlas
Por: Úrsula Chamochumbi
El asunto de los mandiles rosados en el Ejército ha levantado mucho polvo, no estoy de acuerdo con quienes dicen que no se le debió prestar tanta atención. A mi me parece un tema neurálgico, ya que tiene que entenderse en su real dimensión. Hacer que los militares usen los mandiles sobre su uniforme fue un despropósito, no solo porque estéticamente se vió desastroso y, con esa imagen en la retina, el respeto de muchos ciudadanos puede haber disminuido, sino principalmente porque esos militares violaron el REGLAMENTE DE UNIFORMES DEL EJÉRCITO y, tratándose de una institución jerárquica, donde la disciplina es fundamental y el sentido del deber es tan hondo, nos queda la duda de si esos militares realmente están bien formados, pues con su accionar no lo demuestran. Entonces ¿Qué podemos esperar de ellos cuando los necesitemos?
Pero el otro lado de esta historia es peor, ya que nos encontramos con otro despropósito y es el de gastar millonarias sumas de dinero en polos, gorras, lapiceros, mandiles, monederos, etc., solo para hacerle publicidad a una campaña a todas luces ineficiente. Fueron S/ 1’850,243 de nuestros impuestos, gastados en vanidades innecesarias, cuando aquí tenemos tanta población vulnerable muriendo en hospitales mugrientos, en los que los médicos y enfermeras muchas veces solo van a cumplir su horario para recibir un salario y no a curar y menos a cuidar personas. Donde la ayuda para aquellos que sufren el frío inclemente de la Puna llega mañana tarde y nunca. Donde muchos niños, desde ya, tienen escrito su destino por sufrir con la anemia que este gobierno hasta ahora no puede controlar.
¿Dónde está la Ministra Montenegro en estos casos?
Preocupa además que el MIMP no tenga capacidad real de enfrentar los problemas de violencia contra las mujeres. Creer que porque el Ejército Peruano utiliza unos cuantos mandiles, los hombres violentos del Perú, van a dejar de maltratar mujeres, es por decir lo menos, ingenuo.
Hay otras formas, mucho más directas y eficaces de solucionar estos problemas; pero al parecer esa no es realmente la intención de este ministerio. Las leyes deberían ser mucho más claras y duras para los maltratadores, se debería brindar capacitación integral y dar recursos a los policías para que se sensibilicen y sepan atender estos casos, para que dejen de pasarlos por agua tibia una, dos, tres y hasta más veces, propiciando no solo que una mujer viva en maltrato constante, sino muchas veces que su agresor termine matándola.
Las casas de refugio, tan utilizadas en otros países, aquí casi no existen, las mujeres no tienen adonde huir, aún cuando esa sea su intención.
Señora Montenegro, ¿Cómo pretende acabar con el maltrato a las mujeres si no toma acciones reales? Deje de hablar en medios, redes sociales y cuanto evento se organiza en Lima, acerca del empoderamiento femenino, eso no puede existir mientras haya víctimas a quienes el Estado da la espalda mientras sonríe a las cámaras.
Las palabras (y los mandiles) se los lleva el viento.
Esto pasa cuando no solo las personas sino las instituciones quieres ajustarse a lo «políticamente correcto».
No analizan cuál es la forma correcta de enfrentar un problema, sino que optan por posturas superficiales que pueden parecer importantes, aunque estas vayan en contra de la escencia de lo que realmente son y para lo que han sido creados.