Alexander Von Humboldt: Un enamorado de América
Por: Wilfredo Pérez Ruiz
El historiador, filósofo y catedrático mexicano Carlos Pereyra, describió al barón Alexander Von Humboldt con éstas palabras: “…Un enamorado caballerezco de América, el admirador romántico de sus paisajes, el curioso escudriñador de sus movimientos, el huésped simpático de su sociedad. Fue algo más; mucho más…el genial fundador de la filosofía social en los países americanos”. Este es el multifacético personaje al que evocamos al cumplirse 250 años de su natalicio.
Alexander nació en Berlín el 14 de setiembre de 1769, durante el reinado de Federico “El Grande”, el tercer rey de Prusia y uno de los máximos representantes del ”Despotismo Ilustrado” del siglo XVIII. En su vida se produjeron episodios históricos como la Revolución Francesa –que fortaleció sus nociones liberales- el imperio de Napoleón Bonaparte y la independencia de los pueblos de América Latina.
Pertenecer a una familia noble facilitó su privilegiada educación en las universidades de Frankfurt y Gottinga con maestros ilustres -como el antropólogo, psicólogo y médico Johann Friedrich Blumenbach, célebre por ser el creador de la “antropología física”- que lo orientaron en sus estudios de anatomía y antropología. Cursó en la Escuela de Comercio de Hamburgo y en la de Minas de Freiburg. Tiempo después es designado funcionario del Tribunal de Minas (Berlín).
Realizó su primer periplo formativo en 1790. Recorrió el río Rin hasta Holanda y, de allí, a Inglaterra, con lo que empezó a soñar con navegar a otros continentes. Notable autodidacta, aventurero, explorador, zoólogo, astrólogo y botánico que merece ser considerado uno de los precursores de la Geofísica y la Meteorología. El libertador Simón Bolívar lo llamó “el descubridor científico del Nuevo Mundo”.
En su afamada obra “Cosmos” -la última que escribió y en la que condensó una suma del saber humano- intentó abarcar el conocimiento científico. Su valía no radica sólo en su versada dimensión, sino en su ideario filosófico. Rescata algunos de sus valores, como la universalidad de la sapiencia, el respeto entre las diferentes culturas, la libertad, los derechos humanos y la democracia.
Combatió la esclavitud, la discriminación, el colonialismo, la crueldad animal y abrazó intensos ideales libertarios. Su propósito máximo era alcanzar un amplio discernimiento del universo. Fue un lector voraz en el campo de la cultura humanista, cuyas curiosidades intelectuales no tuvieron límite. Para él la expresión escrita o hablada del prójimo poseía una inmensa connotación que despertó su vivo interés. No prevaleció en Alexander las absurdas creencias, ya superadas, sobre la existencia de hombres superiores o inferiores.
¿Cómo empezó su propósito de venir a América? Llegó a París (1799) y se propuso hacer una travesía alrededor del mundo. De esta manera, comenzó una hazaña llena de aventuras, descubrimientos e indagaciones acompañado de su amigo, el botánico francés Aimé Bonpland. Georg Peterson y Estuardo Núñez en su fascinante libro “Alexander Von Humboldt en el Perú”, precisan: “…El ilustre científico Alexander Von Humboldt dedicó cinco años a su memorable viaje de exploración de las Américas, desde el 5 de junio de 1799, día de su partida de La Coruña, España, hasta el 3 de agosto de 1804, fecha de su retorno a Burdeos. Esta empresa de exploración la cubrió íntegramente con su propio peculio; no contó con las facilidades que por entonces se brindaba a los miembros de otras expediciones famosas, financiadas por varios estados europeos, ni dispuso, por tanto, de movilidad marítima propia, de forma que siempre dependía de la navegación comercial, de itinerario irregular, o de enlaces eventuales con otras expediciones”.
Llegaron a Cumaná (Venezuela) y permanecieron tres meses. Luego marcharon por Caracas, San Fernando, San Carlos y Cartagena. Remontó el río Orinoco –uno de los más largos de América- tratando de encontrar su origen en el río Amazonas. Tuvieron un breve pasó por Bogotá, Quito y, finalmente, arribaron a Lima. Recorrió lo que ahora es Venezuela, Cuba, Colombia, Ecuador, Perú y México, logrando cultivar amistad con Thomas Jefferson y Andrés Bello, entre otros personajes de la época.
El investigador berlinés ingresó al territorio peruano el 1 de agosto de 1802, residiendo hasta el 24 de diciembre de ese año. Anduvo por Ayabaca, Chuculucanas, Huancabamba, Jaén, Cajamarca, Trujillo y el valle de Chicama. Se quedó admirado con los acueductos construidos por los chimús al observar los restos arqueológicos de Chan Chan. Visitó Mansiche y Huanchaco en donde divisó los “caballitos de totora”.
En los pueblitos de Huanchaco y Huamán (La Libertad) averiguó la temperatura marina. Halló que era cinco grados menor que la correspondiente a esa latitud y lo relacionó con la presencia de un cauce costero proveniente de Sur a Norte. Este fenómeno denominado “Corriente de Humboldt”, contiene una rica de plancton y phytoplankton.
Según los autores de “Alexander Von Humboldt en el Perú”: “…En la página 149 del Diario, consigna con fecha 12 de octubre la palabra ‘guano’, inspirado bien por la vista de los mantos blancos que cubren la superficie de la península y de las islas Ferrol e isla Blanca que separan la había del mar abierto, o bien por el uso que se da a este producto en el fértil valle de Santa. Este dato es significativo pues existen opiniones diversas sobre el lugar en el que conoció por primera vez el guano, aplicado en el Perú como fertilizante ya en tiempos prehispánicos y desde los primeros años de la conquista”.
Entró a Lima el 23 de octubre y pasó 61 días. En la capital lo acoge el virrey Gabriel de Avilés –quien dispuso hospedarlo en la residencia ocupada por el barón de Nordenflycht, en el Paseo de Aguas (Rímac)- y el protomédico y cosmógrafo Hipólito Unanue. En su ensayo “Alexander Von Humboldt y su repercusión en la independencia del Perú”, Teodoro Hampe Martínez comenta: “…Unanue fue el más importante de todos los personajes que Humboldt conoció en Lima. A través de él, conoció las ediciones del ‘Mercurio Peruano’ y quedó tan entusiasmado que se llevó toda una colección del periódico a Europa, de la cual hizo traducir algunos artículos”.
En nuestra capital recogió informaciones que, tiempo más tarde, volcaría en “Cosmos”. También, hizo críticas revelaciones en su carta, del 18 de enero de 1803, al gobernador de Jaén, José Ignacio Checa: “…En Europa nos habían pintado a Lima como la ciudad de lujo, de la elegancia y de la hermosura del bello sexo. No vi nada de todo aquello, aun cuando se sabe que esta capital ha decaído mucho con el desarrollo de Buenos Aires, Santiago de Chile y Arequipa…En Lima no he aprendido nada del Perú. Allí nunca se trata de ningún objeto relativo a la felicidad pública del reino. Más separada del Perú está Lima que Londres, y, aunque en ninguna parte de América española se peca de un patriotismo excesivo, no conozco otra ciudad en la cual ese sentimiento sea más apagado”.
Sobre la carente integración de la “Ciudad de los Reyes”, con el resto de la colonia, Estuardo Núñez dice: “…La crítica un tanto desfavorable de Humboldt sobre Lima, no hace sino acentuar su predilección por el Perú auténtico antes que por su capital, como si quisiera demostrar que el Perú no era Lima y que ésta no era representativa del país profundo”. No obstante, el joven explorador elogia la arquitectura limeña en sus apreciaciones acerca del Convento de San Francisco.
Plasmó su asombro por el quechua en su Diario al anotar: “La lengua general o quichua es rica en expresiones para esta lluvia fina que cae en todo el Contisuyo”. Es fundamental su interés por integrar todas las disciplinas dentro de sus ilustraciones para comprender el todo. Mediante sus averiguaciones tuvo mirada holística del mundo, comprendiendo como cada parte posee una relación con los demás, incluyendo el ser humano.
Buscó los escritos de los cronistas Garcilaso de la Vega y José Acosta. Por esa razón, en su Diario hace esta irónica afirmación: “…Se podría decir que el dios Rímac, que según Garcilaso era llamado ‘el dios hablador’, preside también a todas las clases sociales de Lima, pues hay pocos lugares en el mundo donde se hable más y se obre menos”.
Su vocación por la soberanía y el abolicionismo le valió proscripciones. Los principios que lo caracterizaron se inspiraron en la “libertad, la igualdad y la fraternidad” y en las luchas de esta parte del continente. “Su saber ha hecho más bien a América que todas sus conquistas”.